LOS CEREBROS DE LA GUERRA FRÍA

 
 

“América quiere que vayas y derrotes a los rusos”. Estas palabras de Kissinger van dirigidas al único hombre en Estados Unidos que puede cumplir esa misión. Fue una corta conversación telefónica, pero la batalla duraría al menos dos meses.

En 1972 Henry Kissinger es uno de los hombres más poderosos e influyentes del planeta. Desde 1968 es el Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos. El presidente Nixon realiza cambios de gabinetes, pero no se atreve a destituirlo. No se llevan bien en lo personal, porque ambos tienen un carácter fuerte. Tampoco concuerdan en algunos asuntos políticos. Pero Nixon lo necesita para su candidatura de reelección presidencial. Y Kissinger permanece ahí como una versión mejorada de Fouché. Nixon gana las elecciones y como premio lo nombra Secretario de Estado. Kissinger pasa a gobernar la política internacional.

En 1972 Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentan por todo el mundo en la llamada guerra fría. El problema árabe versus Israel. Las dictaduras en América Latina contra los guerrilleros de izquierda. La guerra de Viet Nam dura ya varios años. El ejército de Estados Unidos se desgasta a cientos de millas de distancia, mientras que la cercana Unión Soviética apoya a Viet Nam desde la frontera de su aliado, la China comunista de Mao.

Pero Kissinger ha realizado un viaje secreto a China en 1971. No solo busca la apertura económica de un enorme mercado. Su formidable jugada diplomática consigue una alianza antisoviética entre China y Estados Unidos. Su visión se cumple. Los políticos soviéticos se preocupan y tratan de buscar un acercamiento con Estados Unidos, pero en peores condiciones para negociar.

Kissinger consigue el premio Nobel de la Paz en 1973 por su intervención en la guerra de Viet Nam. Su mano es cada vez más fuerte. 

“Eres nuestro hombre contra los rojos” ratifica Kissinger en su conversación telefónica. No habla en tono autoritario, ni siquiera diplomático. Sus palabras tienen sentimiento patriótico, pero ocultan una intención de súplica. ¿Por qué necesita precisamente de este hombre? ¿Quién es ese hombre que puede lograr algo imposible para Kissinger? Ese hombre es Bobby Fischer.

Primero de julio de 1972. Fecha de comienzo del campeonato mundial de ajedrez entre el estadounidense Bobby Fischer y el soviético Boris Spassky. Desde 1948 el campeón siempre ha sido soviético. “El ajedrez es la alta expresión de la mente socialista” decía Lenin, quien lo practicaba con pasión. Spasski es el representante de la imbatible escuela. El ajedrez es una cuestión de estado y de superioridad para el régimen de la Unión Soviética.

En las palabras de Kissinger hay una patada en el trasero a los enemigos. ¡Podemos ganarles también en el ajedrez, el juego en que se creen invencibles! Una victoria de Fischer sería la detonación de una bomba atómica ideológica en Moscú.

¿Cuán importante es el campeonato a nivel publicitario?

Además de los conflictos políticos, el verano de 1972 es el de la canción <American Pie> y el de la película <El último tango en París>. La gente hace colas en los cines franceses para ver a Marlon Brando con la mantequilla en el trasero de María Schneider. Las Olimpiadas de Múnich estan por comenzar. Pero la prensa mundial coloca en primera plana esta lucha por la supremacía del intelecto entre la URSS y Estados Unidos.

Fischer tiene 29 años. Genio indomable y excéntrico. Es un ex niño prodigio de carácter temperamental que lo convierte en enemigo de sí mismo. Pero desde 1971 ha iniciado una marcha meteórica en pos del campeonato, rompiendo varios records y aplastando a Taimanov, Larsen y Petrosian, tres extraordinarios jugadores.

Spassky tiene 35 años. Tranquilo y educado pero bohemio. Amante de la cultura y la música clásica. Un jugador universal de todos los estilos, cuyo extraordinario talento le ha permitido imponerse sobre los ex campeones mundiales soviéticos Tal, Smyslov y Botvinnik; y por último Tigran Petrosian, a quien arrebató el título en 1969.

La sede escogida para el evento es Islandia, una isla de glaciares donde viven solo 210.000 personas, con 50 millas de carretera asfaltada fuera de la capital Reykjavik. No pregunten cómo llegó a organizar el campeonato de ajedrez más publicitado de la historia. Las federaciones de la Unión Soviética y Estados Unidos no coincidieron en ninguna de las ciudades propuestas.

¿Pero por qué tiene Kissinger que suplicar, sutilmente, a Fischer?

El 1ro de julio es la inauguración. En el teatro están presentes el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, y los representantes de Estados Unidos y la Unión Soviética. Spassky se ajusta incrédulo la corbata de su traje. Fischer continúa en New York. Entre otras exigencias quiere un aumento en la bolsa de premios.

El día dos el árbitro propone un aplazamiento hasta el día 4. Kissinger llama a Fischer. Casi al mismo tiempo un banquero británico ofrece un premio que supera veinte veces el del anterior campeonato.

El día 4 llega Fischer. Su único asesor es el ajedrecista y clérigo William Lombardy. Lo espera Spassky con un equipo de grandes maestros, más todos los que le secundan desde Moscú. Fischer escribe una carta de disculpa y el día 11 comienza el match del siglo. Son 24 partidas.

Fischer pierde después de una jugada 29 que hasta hoy provoca controversias. Antes de la segunda partida pide que retiren las cámaras de televisión, porque hacen mucho ruido. Las cámaras se quedan. Fischer tiene una hora para presentarse, pero permanece en el hotel. Un coche de la organización espera en la puerta. Todos los semáforos de Reykjavik se colocan en luz verde. Fischer pierde la partida por incomparecencia.

La CIA vigila las carreteras para evitar su fuga. Kissinger vuelve a llamar a Fischer, quien está muy seguro de la victoria. ¿Cómo está tan seguro de ganar? Fischer y Spassky se han enfrentado varias veces en distintos torneos a partir de 1960. El score es de 3-0 favorable a Spassky, quien ahora también va delante por 2-0.

Fischer gana la tercera partida y Spassky comienza a sentir aún más la presión política de todo el estado soviético. Le habían impuesto quienes serían sus entrenadores y ni siquiera pudo tomar la decisión personal de ser acompañado por su esposa. “Querían convencerme de que Fischer y su entorno eran mis enemigos. Yo no podía aceptar eso”.

Tras la primera mitad del match Fischer vence por 5-3 (que en realidad era 5-2) y tres empates. Los soviéticos envían un psicólogo y denuncian que la silla de Fischer contiene gases que adormecen a Spassky durante las partidas. El análisis del interior de la silla trae como descubrimiento dos moscas muertas.

El 26 de agosto comienzan los juegos olímpicos de Múnich. El nadador norteamericano Mark Spitz logra la hazaña inédita de ganar siete medallas de oro. Pero la fiebre del ajedrez continúa, la gente se reúne en los bares de New York para seguir en vivo las partidas, y el New York Times publica un análisis diario del match.

El 1ro de septiembre Bobby Fischer se corona campeón mundial con el resultado de 7-3 y 11 empates. El líder soviético Leonid Brezhnev fue escueto en Moscú al referirse a su propio equipo. “Si por mi fuera irían todos a la cárcel”

Fischer es recibido como héroe nacional en una recepción al aire libre en New York. Spasski regresa a Moscú con varios kilos de menos. Una larga cola en el control de pasaportes. No hay coche oficial esperándolo. El partido comunista lo sanciona por su derrota. Meses de psicoterapia. Poco después se divorcia.

En noviembre el presidente Nixon le sugiere a Kissinger organizar una recepción en honor a Fischer, e invitar a Spassky como jugada política. Pero Kissinger desecha la idea.

¿Qué pasó con los cerebros de la guerra fría?

Spassky conoce a la que sería su tercera esposa y se exilia en Francia. “No soy comunista y nunca lo fui. Mi esposa Marina me sacó de aquella pesadilla”. Kissinger se lo había dicho a Nixon “Mejor no lo invitamos. Hay rumores de que piensa desertar”.

¿Y Bobby Fischer, el héroe nacional de Kissinger? Se retira del ajedrez y los soviéticos recuperan el título en 1975. Veinte años después regresa por 5 millones de dólares en un match revancha contra Spassky. Pero se juega en Yugoslavia, un país en guerra civil sujeto a sanciones internacionales. Fischer vence por 10-5, pero la Corte del Distrito de Estados Unidos emite una orden de arresto contra él, sujeta a una pena de 10 años de prisión.

Fischer permanece en Europa y en el 2004 es arrestado en Japón. Spassky le escribe al presidente Bush. “Soy un viejo amigo de Bobby. Cometimos el mismo crimen. Arrésteme en la misma celda y proporciónenos un tablero de ajedrez”. Fischer recibe asilo político en Islandia y muere en extrañas circunstancias en el 2008.

Nunca más el ajedrez volvió a ocupar esos espacios en la prensa de Estados Unidos, donde muy poca gente sabe que el campeón mundial en el 2015 es el noruego Magnus Carlsen.

¿Y Kissinger? En el 2011 asiste a la premier del documental «Bobby Fischer contra el mundo», del canal HBO. Es uno de los fundadores del Club Bilderberg, y eso le da aún más poder que ser Secretario de Estado. Aunque ahora, a sus 99 años, tal vez le pase como al tío de Facundo, que a esa edad perseguía a las mujeres. Pero ya no se acordaba para qué.

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